08 Sep Scholem Aleijem, el escritor que mejor retrató la vida judía en Europa Oriental
Dijo “El mejor libro es la vida y la mejor novela es la existencia”.
Escultura de Shalom Aleijem en Natania, Israel – Foto: Wikipedia – CC BY-SA 4.0
El escritor judío Scholem Ben Najum Rabinovich, conocido en la literatura bajo el pseudónimo Scholem Aleijem, nació en 1859 en Pereisaslav, Ucrania. Recibió la clásica educación hebrea y se dedicó al comercio. Cambió su nombre por el de Scholem Aleijem que significa: «la paz esté con ustedes, los saludo». Su literatura siempre estuvo centrada en el amor al prójimo, buscando en su pueblo y sólo en él su fuente de inspiración. Fue un escritor auténtico además de un observador agudísimo. Toda su producción lleva en sí su verdadero amor por los hombres y la vida.
Foto: Wikipedia – Dominio Público
Por sobre todas las cosas, amaba y admiraba al hombre y al judío simple y sencillo. Entre ellos encontró y captó sus personajes más conocidos: Tevie el lechero, Menajem Mendel, Motl Peisi dem Jazns (Motl el hijo de Peisi el jazán), Scheini Sheindl, etc. Scholem Aleijem pertenece ya, por merecimientos propios, a la serie de los clásicos de todos los tiempos. Ha sabido pintar con colores conmovedores las particularidades del mundo judío que lo rodeaba. Escribió para niños y adultos y expresó en bellas páginas literarias su compromiso irrevocable con aquéllos necesitados de apoyo y ayuda.
Logró transmitir las situaciones más dolorosas con una chispa de humor. Mientras un ojo lloraba el otro reía.
Recordemos que nunca renegó de sus humildes orígenes, por el contrario, él nunca olvidó aquella durísima experiencia de sus años de niñez.
Su padre lo impulsó hacia la literatura, para poder paliar de alguna forma la crisis. No pudo ir a una universidad, ya que se unió al ejército. La primera “obra literaria” de Scholem fue un diccionario de las maldiciones de su madrastra. Scholem comenzó su carrera como escritor a principios de la década de 1880, cuando se producía la ola de Pogroms en Rusia Occidental. Estas persecuciones a los judíos buscaban eliminarlos de la sociedad, aunque inesperadamente trajo consigo un resurgir de la cultura judía. En 1888 publicó su primera novela. En 1903, se publicó un libro en ayuda a las víctimas de los Pogroms. Participaron varios escritores, entre ellos León Tolstoy, Korolenko, Chejov y Gorki. De niño, escribió en hebreo y en ruso, los idiomas aceptados en la época, pero en la edad adulta, escribió todas sus obras en idish, y ayudó a unificar a la gente con sus historias. Se ganó merecidamente un gran lugar tanto dentro de la literatura de ese idioma, como en hebreo, español e inglés, gracias al trabajo de su yerno, Bercowitz y del escritor hebreo Arie Aharoni. En sus obras se puede contemplar una mirada de la vida con humor, sinceridad, piedad y ternura. La mayoría de ellas transcurren en el Shtetl, la aldea de los judíos en la Europa Oriental de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
En 1885, luego de la muerte de su suegro, recibió una gran herencia, la que lo hizo volver a Kiev. Aleijem no sabía qué hacer con tanto dinero, y se cruzó con estafadores y especuladores, lanzando a Scholem a distintas operaciones comerciales, que hicieron perder todo al escritor. En 1890 ya casi no poseía bienes. Vagabundeó por diferentes ciudades, como París y Viena, hasta que en 1891 volvió a Rusia y se intaló en Odesa.
En 1905 toda la familia de Scholem pasó los horrores de tener que soportar un Pogrom contra los judíos de Kiev, y el escritor fue censurado, por querer ayudar a las víctimas de estas persecuciones. Sus libros, en muchos casos, eran reproducidos en forma ilegal, y las publicaciones no le daban ganancia. Por esto, en 1906, él y su familia se trasladaron a New York. En una gira por Rusia, donde fue recibido espectacularmente, le diagnosticaron tuberculosis. Scholem viajó a Nervi, Italia, en el año que se celebraron 25 años de actividad literaria. Estaba solo y triste. El pueblo decidió hacer una colecta para combatir su enfermedad. En 1914 el escritor realizó otra gira por Rusia, donde leyó sus obras.
La Guerra Mundial encontró a Scholem en un sanatorio alemán. Luego lo enviaron a Dinamarca. Enfermo, y sin medios para vivir, pasó varios meses muy duros. A fines de 1914 llegó a Nueva York. Soñó con volver a Rusia en el primer barco, pero los horrores de la guerra y la muerte de su hijo Misha, también contagiado de tuberculosis, hicieron caer su estado de salud. Scholem escribió en su testamento palabras emotivas, donde expresó su identidad con el pueblo: “Donde sea que muera, no se me sepulte entre aristócratas o ricos, sino justamente entre judíos sencillos, obreros, el auténtico pueblo, de tal manera que la lápida que luego habrá de colocarse sobre mi tumba embellezca a mi alrededor las tumbas modestas, y éstas, a su vez adornen mi lápida, tal como el pueblo humilde embelleció a su escritor”. También escribió el epitafio para su lápida: “Aquí yace un judío común”. Escribió en la jerga idish de las mujeres y para el pueblo humilde. Fue un escritor, humorista; en sus menesteres, se rio de todo en esta vida y no perdonó ningún pecado. El mundo, al fin, ganó la partida y él sólo fue un desventurado. Y cuando el público lector lo festejaba y se reía, él sollozaba en un rincón, pero solamente Dios lo sabía.
Falleció el día 13 de mayo de 1916, en Nueva York. Miles de judíos acompañaron acongojados al genial escritor que en vida pudo poner en palabras genuinas la manera de vivir y sentir de su pueblo.
Fuente: Aurora Digital