20 Feb ¿Justicia o Paz? (Yitro 5777)
La parasha de Yitro, la cual contiene el relato de la revelación divina más grande en la historia, en el Monte Sinaí, comienza sobre una nota que es humana, demasiado humana. Yitro, sacerdote de Midian, ha venido a ver cómo les está yendo a su yerno Moshe y al pueblo que él lidera. Comienza contándonos que Yitro oyó (los detalles del éxodo y sus milagros que lo acompañaron). Continúa para describir lo que Yitro vio, y esto le causa a él una preocupación.
Él vio a Moshe liderando al pueblo solo. El resultado era malo para Moshe y malo para el pueblo. Esto es lo que Yitro dijo:
¨Lo que tú estás haciendo no es bueno. Tú y esta gente que viene a ti se desgastarán. El trabajo es demasiado pesado para ti; tú no puedes manejarlo solo. Escúchame ahora a mí y te daré un consejo, y que D-s sea contigo…Selecciona hombres capaces de todo el pueblo que teman a D-s, hombres confiables que odien las ganancias deshonestas y nómbralos como oficiales sobre miles, cientos, cincuentenas y decenas. Haz que ellos sirvan como jueces para el pueblo todo el tiempo, pero haz que ellos te traigan los casos difíciles a ti; los casos simples pueden decidirlos ellos mismos. Eso hará tu carga más ligera, porque ellos la compartirán contigo. Si tú haces esto y D-s así lo ordena, podrás soportar la tensión, y así también toda esta gente llegará a su lugar en paz¨. (Éxodo 18:17-23).
Moshe debe aprender a delegar y compartir la carga del liderazgo. Curiosamente, la frase “Lo que tú estás haciendo no es bueno (lo tov)” es uno de los únicos dos lugares de la Torah donde la frase “no es bueno” aparece. La otra (Génesis 2:18) es “No es bueno para el hombre estar solo”. No podemos liderar solos; no podemos vivir solos. Ese es uno de los axiomas de la antropología bíblica.
La palabra hebrea para vida, hayim, está en plural como si significara que la vida es esencialmente compartida. Dean Inge definió una vez la religión como “lo que un individuo hace con su propia soledad”. Ese no es un pensamiento judío. Sin embargo, fue el gran erudito del siglo XIX, el Netziv (R. Naftali Zvi Yehudah Berlin), quien hizo una observación inesperada, incluso ilógica, sobe este pasaje. Él comenzó planteando la siguiente pregunta. Es fácil entender cómo el consejo de Yitro ayudó a Moshe. El trabajo era demasiado. Él estaba llegando a estar exhausto. Necesitaba ayuda. Lo que es menos fácil de entender es su comentario final: si, con el permiso de D-s, tú delegas, “así también está gente llegará a su lugar en paz”. La gente no estaba exhausta; Moshe lo estaba. Cómo entonces ganarían ellos de un sistema de delegación? Su caso todavía sería oído -pero no por Moshe. Cómo era esto una ventaja para ellos? (Harchev Davar para Éxodo 18:23).
El Netziv comienza citando el Talmud, Sanhedrin 6b. El pasaje es sobre lo que los sabios llaman bitzua, o lo que más tarde llegó a ser conocido como pesharah, compromiso. Esto es una decisión de parte de un juez en un caso civil para buscar una solución basada en la equidad más que en la aplicación estricta de la ley. No es completamente diferente de la mediación, en la cual las partes acuerdan una resolución que ambas consideran justa, independientemente de si está basada o no en un estatuto o precedente. Desde una perspectiva distinta, es un modo de resolución del conflicto en el cual ambos lados ganan, en lugar de la pura administración de la justicia, en la cual un lado gana y el otro pierde. El Talmud quiere saber: esto es bueno o malo? Debe ser adoptado o evitado? Esto es parte del debate:
El Rabino Eliezer, hijo del R. José el Galileo, dijo: está prohibido mediar…En su lugar, dejemos que la ley perfore la montaña [un dicho similar a: “Que las fichas caigan donde puedan¨]. Y el lema de Moshe era: Dejemos que la ley perfore la montaña. Aaron, sin embargo, amaba la paz y perseguía la paz y hacía la paz entre la gente…El R. Judah ben Korcha dijo: es bueno mediar, porque está escrito (Zechariah 8:16), ¨Ejecuta el juicio de la verdad y la paz en tus puertas”. Seguramente donde hay una justicia estricta, no hay paz, y donde hay paz, no hay justicia estricta! Entonces cuál es la justicia que coexiste con la paz? Debemos decir: la mediación.
La ley sigue al R. Judah ben Korcha. Es permisible, incluso preferible, mediar -con la salvedad, que el juez todavía no sepa quién está en lo correcto y quién está equivocado. Es precisamente esta incertidumbre en las primeras etapas de una audiencia lo que permite que una resolución equitativa sea favorecida sobre una estrictamente legal. Si el juez ya ha alcanzado un veredicto claro, sería una supresión de la justicia de su parte favorecer una solución de compromiso.
Aplicando ingeniosamente este principio a los israelitas en los días de Moshe, el Netziv señala que -como dice el Talmud -Moshe prefería la justicia estricta a la paz. Él no era un hombre para ceder o mediar. Además, como el más grande de los profetas, él sabía casi instantáneamente cuál de las partes ante él era inocente y cuál culpable, quién tenía la razón de su lado y quién no. Era por lo tanto imposible para él mediar, ya que esto está permitido únicamente antes de que el juez haya alcanzado un veredicto, lo cual en el caso de Moshe era casi inmediatamente.
De ahí la asombrosa conclusión del Netziv. Al delegar la función judicial hacia abajo, Moshe llevaría gente ordinaria -sin dones proféticos o legales especiales -a los asientos del juicio. Precisamente porque carecían del conocimiento intuitivo de la ley y la justicia de Moshe, ellos podían proponer soluciones equitativas, y una solución equitativa es una en la cual ambos lados sienten que han sido oídos; ambos ganan; ambos creen que el resultado es justo. Esa, como el Talmud dice anteriormente, es la única clase de justicia que al mismo tiempo crea paz. Esa es la razón por la cual la delegación del juicio no solamente ayudaría a Moshe a evitar el agotamiento total; también ayudaría a “toda esta gente” a “llegar a sus lugares en paz”.
Qué profunda idea es ésta. Moshe era el Ish ha-Elokim (Salmo 90:1), el hombre supremo de D-s. Sin embargo, había, implica el Netziv, una cosa que él no podía hacer, la cual otros -menos grandes en todos los otros aspectos -podían lograr. Ellos podían traer paz entre las partes contendientes. Ellos podían crear formas no violentas y no coercitivas de resolución de conflictos. No conociendo la ley con la profundidad que Moshe lo hacía, no teniendo su sentido intuitivo de la verdad, ellos tenían en su lugar que ejercitar la paciencia. Ellos tenían que escuchar a ambos lados. Tenían que llegar a un veredicto equitativo que ambas partas pudieran ver como justo. Un mediador tiene diferentes dones que un profeta, un libertador, un legislador -más modestos quizás, pero algunas veces no menos necesarios.
No es que un tipo de carácter sea preferible al otro. Nadie -ciertamente no el Netziv -se refirió a Moshe como cualquier cosa menos que el más grande líder y profeta que Israel haya tenido nunca. Es, más bien, que ningún individuo puede encarnar todas las virtudes necesarias para sostener a un pueblo. Un sacerdote no es un profeta (aunque unos pocos, como Shmuel y Ezequiel, fueron ambos). Un rey necesita virtudes diferentes a las de un santo. Un líder militar no es (aunque más tarde en la vida pueda llegar a serlo) un hombre de paz.
Lo que emerge al final del tren de pensamiento que el Netziv pone en movimiento es el profundo significado de la idea de que nosotros no podemos ni vivir ni liderar solos. El judaísmo no se trata tanto sobre una fe que se transige en la privacidad del alma del creyente. Es una fe social. Es sobre redes de relación. Es sobre familias, comunidades, y finalmente una nación, en la cual cada uno de nosotros, grande o pequeño, tiene un papel que desempeñar. “No desprecies a nadie y no desdeñes nada”, dijo Ben Azzai (Avot 4:3), “porque no hay nadie que no tenga su hora, y nada que no tenga su lugar”. Había algo que los individuos ordinarios (cabezas de miles, cientos, decenas) podían lograr que incluso Moshe en toda su gloria no podía lograr. Esa es la razón por la que una nación es más grande que cualquier individuo, y la razón por la cual cada uno de nosotros tiene algo que dar.
Fuente: The Times of Israel
Traducción: Comunidad Judía de Guayaquil