08 Dic Para estos pasajeros condenados, no hubo refugio en Cuba
La Niña Alemana
Por Armando Lucas Correa, traducido por Nick Caistor
Atria Books/Simon & Schuster, 368 páginas, $26.99
El drama del St. Louis, el barco que una vez prometió un rescate de último minuto para cientos de refugiados judíos alemanes, es bastante convincente sin adornos ficticios.
En 1939, el barco transatlántico viajó de Hamburgo, Alemania, a una abruptamente poco acogedora Cuba, a un xenofóbico (y desde entonces arrepentido) Estados Unidos y, finalmente, de regreso a una Europa reacia. En retrospectiva, el St. Louis ha llegado a encarnar la indiferencia del mundo hacia la situación crítica de la judería europea -un duro, triste e inculpador símbolo de discriminación y oportunidad perdida.
En “La Niña Alemana”, su novela de debut moderadamente envolvente, Armando Lucas Correa ficcionaliza la historia, contándola desde la perspectiva de una sobreviviente forzada a vérselas tanto el con desplazamiento cultural como con la pérdida.
Correa, quien dejó Cuba en 1991, dice que él supo por primera vez del St. Louis a través de su abuela. Desde entonces ha explorado los archivos del Museo del Memorial del Holocausto de Estados Unidos y entrevistado a sobrevivientes (uno de los cuales entusiastamente hace la presentación del libro). “La Niña Alemana” incluye una extensa bibliografía, así como también una lista y fotografías de los pasajeros del St. Louis. Enmarcados en la narrativa hay extractos de cables reales y otras fuentes principales documentando las tribulaciones de la embarcación.
La historia se enfoca en Hannah Rosenthal. Ella tiene 11 años y está viviendo en Berlín en 1939 cuando la novela comienza. La narrativa cambia hacia atrás y adelante entre su voz y la de su sobrina nieta, Anna, también de 11 años cuando la conocemos a ella en el New York del 2014.
La conexión entre las dos es el padre de Anna, Louis, un hombre que murió antes de que ella naciera. Criado por Hannah en La Habana, él emigró a New York, se casó, y perdió su vida en otra tragedia: los ataques terroristas del 9/11. Inevitablemente, la trama acercará a Anna y a la anciana Hannah, para el beneficio de ambas.
Hannah representa al puñado de pasajeros del St. Louis -28 de los originales 937 -a quienes, debido a su identidad o documentos de viaje, se les permitió desembarcar en Cuba. Para su vergüenza, tanto Estados Unidos como Canadá se negaron a aceptar el barco. Finalmente, Gran Bretaña, Francia, Bélgica, y Holanda aceptaron tomar a los pasajeros restantes. Pero más de 250 eventualmente perecieron en la guerra en los campos de concentración nazis.
Antes de dejar Alemania, los pasajeros en el St. Louis habían comprado visas que ellos creían les permitirían quedarse, al menos una temporada, en Cuba. El vergonzoso rechazo de ellos por parte del país fue seguido por un encubrimiento histórico, de acuerdo a Correa, editor de la revista People en Español.
“Hasta ahora, en Cuba”, escribe él en una nota de autor, “la tragedia del St. Louis ha sido un tópico ausente de las aulas y los libros de historia”, y los documentos relacionado al incidente “han desaparecido del Archivo Nacional Cubano”.
Como homenaje histórico y ficción, “La Niña Alemana” está indiscutiblemente afectando. Pero su prosa nunca realmente se eleva, y Correa se apoya en torpes paralelos históricos y personales. Él conecta la Revolución Cubana, la cual persiguió a los Testigos de Jeh-vá así como a los disidentes políticos, a los excesos anti-semitas de la Alemania nazi. Él le da a Anna un romance que evoca el enredo de Hannah con su mejor amigo, Leo Martin; hace a ambos personajes fotógrafas, y subraya la noción de las dos como el otro yo. “Me despierto”, dice Anna en un punto, “pero no sé quién soy: Hannah o Anna. Siento que somos la misma niña”.
La devoción de Hannah a Leo, y su promesa a él, evoca la melodramática historia de amor en el corazón de película ganadora del Oscar de James Cameron en 1997 “Titanic”. Sus aventuras en la Berlín de la pre-guerra y en el St. Louis recuerdan a Anne Frank, otra adolescente sin poder salir o comprender por completo un mundo torcido. Como Frank, Hannah encuentra tanto héroes como villanos, y atraviesa el típico arco de Bildungsroman de la inocencia a la experiencia.
En Berlín, Hannah, Leo y sus familias enfrenta las crecientes regulaciones anti-judías y la amenaza planteada por los hombres que ellos llaman “los Ogros”. Mientras sus padres luchan para urdir un escape, los niños son descuidados y sienten el aguijón de su estado “impuro”. “Nadie oyó mis gritos más; nadie se molestó sobre ellos”, dice Hannah, cuya madre -como la de Anna, décadas más tarde -parece haber sido llevada permanentemente a su cama.
Mientras tanto, los niños disfrutan la carrera por la ciudad que ellos todavía aman. Una vez en el St. Louis, las lujosas habitaciones y el gracioso tono establecido por el capitán alemán del barco, Gustav Schroeder, prefiguran un resultado favorable. Pero ese pasaje resulta ser una última ráfaga de felicidad y libertad antes de que la familia de Hannah sea destrozada.
Navegando por corrientes políticas cambiantes, Hannah se quedará en La Habana con su madre, ninguna de ellas completamente reconciliadas con su destino. El hermano menor de Hannah, Gustavo, se convertirá en un rabioso revolucionario quien “la arengaba [a ella] sobre los derechos sociales, los tiranos, los gobiernos corruptos”. Su madre predice, correctamente, que otro estado de terror es inminente.
Aligerada sólo por un período como farmacéutica y un sólo, apasionado, abortado romance, la existencia de Hannah parece casi insoportablemente triste. “Su vida real”, concluirá Anna, “tuvo lugar en Berlín y a bordo del St. Louis. La mayor parte del resto ha sido una pesadilla”. Nuevamente conectada con su familia tanto por Hannah como por sus fotografías, Anna se convertirá en la guardiana de una historia suprimida y enredada -un doble ficticio para el resto de nosotros.
Julia M. Klein, una reportera y crítica cultural en Filadelfia, es una editora contribuyente en el Columbia Journalism Review y una crítica literaria contribuyente para el Forward. Sígala en Twitter, @JuliaMKlein.
Fuente: Forward
Traducción: Comunidad Judía de Guayaquil