29 Mar La implosión del partido gobernante de Israel
El primer ministro Benjamin Netanyahu dirige una reunión de la facción del Likud en la Knesset, 13 de marzo del 2023.
Bajo Netanyahu, el Likud se transformó de un estridente partido orgulloso de su democracia interna a un monolito sin debate o disidencia. Ese cambio da forma a la lucha sobre el poder judicial.
POR: Haviv Rettig Gur
En las elecciones del 2015, el partido Likud de Benjamin Netanyahu realizó una campaña advirtiendo que, el entonces líder de la oposición, Isaac Herzog, permitiría la entrada del grupo terrorista Estado Islámico en el país. En las siguientes elecciones, en el 2019, advirtió que el retador, Benny Gantz, estaba siendo chantajeado por la inteligencia iraní sobre un supuesto romance extramatrimonial descubierto por un pirateo de su teléfono privado.
La política, les gusta decir a los funcionarios del Likud, no es un juego para los demasiado sensibles.
O como lo dijo memorablemente el ex director de campaña, Ofer Golan, ¨Primero se gana, luego se controlan los daños¨.
Durante los últimos dos meses, esa cultura política estuvo en exhibición en la guerra relámpago de las reformas judiciales del gobierno, en una estrategia que buscaba presionar a la oposición para que entablara desesperadas conversaciones de último minuto o arriesgarse a borrar por completo la capacidad del poder judicial para controlar las otras ramas del gobierno.
La estrategia fue agresiva hasta el punto de ser depredadora y desastrosamente contraproducente. En lugar de acobardarse ante el gigante, la mitad del país se llegó a convencer de que la extrema versión de la reforma no era una posición de negociación inicial, sino la prueba de que el propósito original de la reforma era lo que parecía: un intento de transformar Israel en un estado autoritario. Así que fue a la guerra.
La policía se pelea con los manifestantes durante una protesta contra los planes del nuevo gobierno del primer ministro, Benjamin Netanyahu para reformar el sistema judicial, en Tel Aviv, 9 de marzo del 2023.
Casi todo lo que la coalición ha hecho desde entonces pareció probar el punto. Propuso proyectos de ley que impondrían sentencias de prisión por vestimenta inmodesta en el Muro de los Lamentos, otorgó a la policía el derecho de registrar en las casas sin órdenes judiciales, reservarían hasta el 30% de los puestos en las corporaciones gubernamentales y compañías públicas para los haredim solamente, ampliarían masivamente los subsidios estatales para los hombres haredim que no trabajan en gran medida a expensas de los israelíes seculares que pagan la mayor parte de los impuestos sobre la renta del país, ampliaría la jurisdicción de las cortes rabínicas donde las mujeres están en una desventaja estructural sobre asuntos tan básicos como la fuerza relativa de su testimonio, establecería horas de natación separadas por género en los ríos y manantiales en los parques nacionales, politizaría la gestión de las elecciones, etc, etc.
Justo el lunes, entre la media docena de proyectos de ley presentados por la coalición estaba uno que permitiría a los servidores públicos recibir cantidades de dinero casi ilimitadas como regalos, incluso de donantes anónimos, una medida que significaría permitir a Netanyahu conservar parte de los $270,000 que recibió como un regalo de un primo fallecido.
Este bombardeo estuvo acompañado durante los últimos dos meses por una constante retórica populista, incluidos los legisladores de la coalición llamando a la Corte Suprema una ¨tiranía¨ que debe ser derrocada, alardeando de que los israelíes seculares serían ¨reemplazados¨ (como dejó escapar uno de los parlamentarios de Shas) y explicando repetidamente que un pueblo palestino debería ser ¨borrado¨.
Algunos de estos proyectos de ley o declaraciones fueron retractados después de un alboroto público; la mayoría no lo fue. Pero incluso aquellos que no lograron avanzar ayudaron a establecer la narrativa y definir la percepción pública de las intenciones de este gobierno.
¨Primero se gana, luego se controlan los daños¨.
La mayoría de los israelíes no han seguido los intricados detalles de los cambios institucionales en el corazón de la reforma. Su apoyo u oposición a ella son principalmente una función de su confianza o desconfianza del gobierno actual. El comportamiento del gobierno importa.
La Knesset perdida
Los miembros de la Knesset son electos directamente por los votantes. A la mayoría se les dan sus escaños cuando el líder de su partido los nombra para la lista de la Knesset. Incluso en el Likud, uno de los pocos partidos que todavía lleva a cabo primarias, uno asciende o cae basado en la lealtad a Netanyahu más que en cualquier otro factor. La mayoría de los parlamentarios no están en deuda con los votantes, sino con los líderes de sus partidos. Y dado que esos líderes de partido forman el gobierno, los parlamentarios de Israel sirven esencialmente a gusto de los ministros del gobierno que los nombraron.
Eso convierte a la Knesset israelí en un control demasiado débil del poder del gobierno, más que en otros sistemas parlamentarios que tienen elecciones directas del primer ministro o sistemas de lista abierta donde los votantes eligen la alineación el día de las elecciones.
Benjamin Netanyahu habla con otros parlamentarios del Likud, incluidos Nir Barkat y Avi Dichter en el pleno de la Knesset, 28 de diciembre del 2022.
Eso es especialmente cierto en años recientes con el declive de las primarias del partido. Hace tres décadas, los parlamentarios en la mayoría de los partidos más grandes eran electos por miembros del partido en una elección primaria, lo que les otorgaba una base política desde la cual podían desafiar y controlar a los líderes de partido, y, por lo tanto, al gobierno. En el centro y la izquierda, eso ya no es verdad.
Pero tampoco es verdad en el Likud. Hace solo una década, Danny Danon del Likud pudo usar su presidencia del Comité Central del partido para llamar a Netanyahu a la tarea e incluso competir contra él por el liderazgo del partido sin arriesgar su carrera política. Israel Katz, ahora el ministro de infraestructura, energía y agua, compitió entusiastamente por la presidencia de la secretaría del partido responsable de la operación terrestre del Likud el día de las elecciones, una posición que lo convirtió en una fuerza a tener en cuenta incluso para el líder del partido.
Esos días se han ido ahora. El Comité Central, que una vez fue noticia al iniciar un debate sobre la Desconexión de Gaza, ahora no debate nada. Las campañas electorales son dirigidas directamente desde el escritorio de Netanyahu. Incluso los capítulos locales del Likud, una vez una parada clave en el camino hacia la oficina nacional, ahora se marchitan sin presupuesto o programación.
Durante los dos últimos meses, es justo decir que este proceso, el lento desmantelamiento de las instituciones del partido, logró su apoteosis. Mientras la lucha del poder judicial desgarraba al país, el Likud demostró ser tan asombrosamente unido y armonioso que en términos prácticos sus instituciones internas prácticamente desaparecieron. Los críticos comenzaron a hablar de ¨el voto de silencio monástico¨ de los parlamentarios, que evitó su cuestionamiento de la reforma.
Y eso importa en el debate judicial. La intensidad de la oposición a las reformas radicales del gobierno no sólo se trata de proteger la corte; las encuestas muestran consistentemente el amplio apoyo en principio para una reforma del poder judicial. Pero tres factores hicieron que el plan del gobierno fuera un anatema: El radicalismo de la versión presentada por el gobierno, la aparentemente interminable letanía de la legislación antiliberal y la retórica beligerante; y el Likud transformado que, en su conducta durante las últimas 11 semanas, demostró la debilidad inherente de la Knesset como un comprobador del poder del gobierno.
Israelíes protestan contra la planificada reforma judicial del gobierno israelí en Tel Aviv, el 18 de marzo del 2023.
Sin voz
El 14 de febrero, en una entrevista con Canal 13, Avi Dichter del Likud accidentalmente dejó escapar una extraña admisión.
Cuando se le preguntó sobre el silencio de la mayoría de los parlamentarios del Likud hasta ese punto mientras la lucha judicial sacudía al país, Dichter respondió, ¨Nosotros en el Likud, internamente, no nos hemos sentado y estudiado esto seriamente, así que cualquiera que trata de describir ´lo que piensan en el Likud, lo que dicen o no dicen en el Likud´, todos esos comentarios, créame, no valen el papel en que están escritos¨.
La declaración sorprendió al entrevistador de Dichter, el experto simpatizante de derecha Sharon Gal.
¨¿Qué, no ha habido una reunión seria sobre la reforma en el Likud? ¿Eso es lo que está diciendo?¨
¨Todavía no¨, dijo Dichter, casi seis semanas después de que la reforma fue presentada al público el 4 de enero, y después de que algunos de sus proyectos de ley ya habían sido presentados en la Knesset. La primera votación plenaria tendría lugar sólo seis días después.
¨Pero se ha estado hablando de esto durante meses¨, dijo Gal.
El primer ministro Benjamin Netanyahu en el lanzamiento de la campaña electoral de su partido Likud en Ramat Gan, 4 de marzo del 2019.
¨Se lo digo¨, respondió Dichter, ¨las cosas se han estado cocinando. Mire, Yariv Levin está dirigiendo esto. Él presentará algo muy pensado y detallado, nos sentaremos, discutiremos, y resolveremos. Créame, el Likud no tiene personas irresponsables, desde el primer ministro Netanyahu hasta Yariv Levin y hasta el último miembro del Likud. Cualquier intento de describirnos como un grupo de agitadores de sables polarizadores no es serio¨.
La discusión interna nunca tuvo lugar.
En su lugar, en los dos meses y medio desde la primera presentación de Levin de su reforma, el Likud y el resto de la coalición demostraron estar unidos y sin curiosidad sobre el controvertido plan. La mayoría de los parlamentarios expresaron un apoyo incondicional, unos pocos ofrecieron llamamientos mansos para el diálogo; ninguno cuestionó ni siquiera un solo artículo de la extensa legislación.
Los parlamentarios del Likud más independientes y poderosos trataron de evitar el problema por completo.
El primer ministro Benjamin Netanyahu, derecha, y el presidente del Comité de Relaciones Exteriores y Defensa, el parlamentario Avi Dichter, izquierda en una reunión de FADC en la Knesset, 19 de noviembre del 2018.
´Todos somos Shas ahora´
Después de que la Corte Suprema dictaminó en enero que el líder de Shas, Aryeh Deri, debe ser despedido de sus cargos como ministro de salud y del interior, los ministros de gabinete de Shas desarrollaron un curioso ritual. Cada vez que Deri entraba en el pleno, los ministros de gabinete de Shas se levantaban rápidamente de sus asientos en la mesa del gobierno y regresaban a las filas de los parlamentarios ordinarios para sentarse junto a su líder.
Como Ishay Cohen, del sitio de noticias haredi Kikar Hashabbat, explicó el ritual, ¨nunca hay un momento en el pleno cuando Deri se siente como un parlamentario ordinario y [los miembros de gabinete de Shas] se sienten como ministros en el gobierno¨.
Es un teatro de lealtad lo suficientemente común dentro del Shas haredim, pero probablemente no visto antes en el pleno de la Knesset. Al igual que a los parlamentarios del Likud les dijeron que se mantengan leales detrás de Netanyahu el día que su juicio comenzó en mayo del 2020, es un acto de teatro político que cada vez más refleja una nueva realidad política.
Shas no está solo.
Quizás la menos popular de las recientes piezas de legislación del nuevo gobierno, incluso entre los propios parlamentarios de la coalición, es el proyecto de ley conocido como ¨Ley Deri No. 2¨, una enmienda a la Ley Básica: El Gobierno que eliminaría la revisión judicial de los nombramientos del gabinete y permitiría que Deri regresara al gabinete a pesar de sus múltiples condenas por corrupción.
El primer ministro Benjamin Netanyahu (arriba a la derecha) dirige una reunión de gabinete para discutir el presupuesto anual, 23 de febrero del 2023.
Independientemente de lo que uno piense sobre la cuestión legal-constitucional de una intervención de la corte en los nombramientos del gabinete -algunos eruditos liberales se oponen tanto a la idea como los conservadores -el proyecto de ley es visto generalmente por los legisladores como el menos agradable de los muchas propuestas de la coalición.
Equivale a enmendar una Ley Básica constitucional para el beneficio personal directo de un individuo político, y específicamente permitirle servir en el gobierno a pesar de los delitos de corrupción seriales. Es una ley a la que muchos legisladores del Likud se oponen y pocos quieren ser vistos apoyándola.
Y es precisamente por eso que a cada uno se le ordenó votar no solo por esto, sino patrocinarlo activamente.
Cuando el proyecto de ley Deri fue formalmente presentado ante la Knesset el 6 de febrero, tenía las firmas de la friolera de 37 patrocinadores -todos los parlamentarios de la coalición que no eran también ministros, los viceministros o el presidente de la Knesset, cargos que les prohíbe patrocinar una legislación. (Hubo un solo parlamentario que no había firmado hasta el 6 de febrero: Simcha Rothman de Sionismo Religioso).
En comparación, el proyecto de ley inmunizando a Netanyahu de ser declarado no apto para servir como primer ministro debido a su juicio fue patrocinado por cinco parlamentarios, el proyecto de ley que reserva puestos gubernamentales exclusivamente para haredim por tres, y el que permite a los hospitales prohibir la entrada de comida que no sea kosher para Pesaj por sólo uno.
Como lo describió un veterano parlamentario, ordenar a todos que patrocinaran el proyecto de ley fue una táctica de intimidación destinada a evitar que cualquiera dijera más tarde que no la había apoyado. ¨Nunca antes, en todos mis años en la Knesset, he visto a un parlamentario ordenar firmar un proyecto de ley como un patrocinador¨, dijo el parlamentario.
Dijo otro: ¨Todos somos Shas ahora¨.
El ministro de Justicia, Yariv Levin, habla en apoyo de Aryeh Deri, durante una reunión del partido Shaas en la Knesset, 23 de enero del 2023.
Lealtad
Las necesidades del líder han superado cada vez más las necesidades del partido, y, dicen los críticos, las necesidades del país.
Aunque ahora la coalición busca ostensiblemente un compromiso para su reforma y anuncia el retraso de algunas medidas y una versión ¨suavizada¨ de su proyecto de ley de los nombramientos judiciales, hay dos proyectos de ley que se precipitan rápidamente a través del sistema que se niegan rotundamente a retrasar o suavizar: El proyecto de ley que traería a Deri de regreso al gabinete, y el que levantaría las restricciones sobre los regalos a servidores públicos para que así Netanyahu pueda conservar el regalo de su primo.
En el pleno, al menos, el teatro de la lealtad no es mera teatralidad; es como la coalición prioriza la legislación.
Está afectando la política también. A mediados de marzo, Netanyahu molesto por la negativa de la administración Biden de reunirse con él, según los informes, ordenó a todos los ministros del gobierno que evitaran viajar a Estados Unidos y se nieguen a reunirse con funcionarios estadounidenses hasta que la administración termine su boicot al primer ministro -independientemente de los negocios que puedan tener que realizar con la administración estadounidense.
El ministro de Defensa, Yoav Gallant, centro, en una ceremonia para el Jefe de Estado Mayor de las FDI entrante, Teniente General Herzi Halevi, en la base de la sede del ejército Kirya en Tel Aviv, 16 de enero del 2023.
Una gran cantidad de hilos se juntaron en los tres primeros meses del nuevo gobierno: El lento colapso de la una vez ruidosa y competitiva vida interior del Likud, la estrategia de ganar a cualquier costo y luego tratar de minimizar esos costos después del hecho, la velocidad vertiginosa y la retórica populista que sólo ha intensificado la oposición a la reforma, el continuo flujo de proyectos de ley ampliando el poder de las instituciones estatales religiosas o debilitando las reglas anticorrupción. El resultado, por supuesto, ha sido el caos.
Mientras tanto, la reforma judicial continúa avanzando a asombrosa velocidad. El plan de los nombramientos judiciales de la coalición fue cambiado dos veces solo el lunes -sin ningún debate real en la Knesset, público o cualquier partido de la coalición sobre el significado de esos cambios, y sin alterar la fecha límite autoimpuesta para promulgar la ley para finales de mes.
Pero algunos, finalmente, están eligiendo romper el ¨silencio monástico¨ y hacer preguntas difíciles.
El jueves pasado, el parlamentario David Bitan, fue aparentemente el primero en hablar directamente en contra de la tormenta legislativa. Su crítica fue contundente: ¨La manera en que lo hicieron, la velocidad con que lo hicieron, la falta de explicaciones, impulsaron todos los proyectos de ley en lugar de ir uno a la vez lentamente -todas estas cosas causaron daño a la propuesta misma que queríamos aprobar. Hoy nuestra situación es peor de lo que era antes¨.
Una declaración notable, pero no una valiente. La lengua de Bitan fue liberada de los grilletes de la política del Likud no por valor personal, sino por un juicio de corrupción en curso desde el 2021. Uno de los acusados ya ha sido condenado por sobornarlo. Es probable que se acerque el día cuando sus problemas legales lo sacarán de la Knesset de todas maneras. No tiene nada que perder. Sin embargo, la crítica pública de Bitan proporcionó cobertura para otros. El ministro de Cultura y Deportes, Miki Zohar, preocupado el jueves en la noche de que el país estaba ¨desgarrándose¨. El sábado en la noche, el parlamentario Yuli Edelstein, dijo quo la propia conducta de su partido había ayudado a alimentar las protestas, y no, como Netanyahu había insistido, dinero extranjero y ¨anarquistas¨.
¨Si usted constantemente dice, ´No pararemos, ni siquiera por un momento, y aprobaremos la reforma como está´, sólo está ayudando a reclutar a más y más poder para las protestas¨, dijo Edelstein.
El lunes, el parlamentario Eli Dellal fue aún más lejos. ¨Hemos llegado a un callejón sin salida. Negociar con nosotros mismos no es tan inteligente como pensamos. Deberíamos detenernos y hacerlo apropiadamente y con un acuerdo amplio¨.
¿Son estas nuevas voces una señal de nuevo rumbo? No exactamente. Fue el propio Netanyahu, desesperado por mitigar el daño y poner fin al caos, quien anunció a finales de la semana pasada que entregaría un compromiso. Los nuevos críticos en el Likud no creen que están desafiándolo; creen que están allanando el camino en que él quiere caminar.
Archivo: Soldados reservistas de Israel, veteranos y activistas protestan afuera de la Corte Suprema en Jerusalem, en contra de las reformas planificadas del gobierno israelí, 10 de febrero del 2023.
El lunes, Netanyahu dirigió una reunión de la facción del Likud en la que, una versión ¨suavizada¨ del proyecto de ley para la elección de los jueces fue presentada: entre las modificaciones, deja que la coalición nombre directamente a los dos primeros jueces de la Corte Suprema en cada período de la Knesset, en lugar de nombrarlos a todos como en un borrador anterior. Fue recibida con ¨tensión¨ y ¨críticas¨, filtraron las fuentes del Likud a la prensa. (Los teléfonos de los parlamentarios fueron confiscados a la entrada de la reunión, por lo que no se recibieron grabaciones).
Algunos parlamentarios salieron de la reunión discutiendo que la enmienda constituía una vergonzosa rendición ante la izquierda, otros que era un esfuerzo auténtico en un compromiso serio. Curiosamente, ambos campos estaban formados por los protegidos más leales de Netanyahu, incluidos aquellos nombrados directamente por él en la lista de la Knesset.
La parlamentaria Tali Gottlieb, por ejemplo, criticó la ¨rendición¨, mientras que Galit Distel Atbaryan dijo con entusiasmo que ¨el [nuevo] marco no es una rendición porque no pensamos en nuestros hermanos en la izquierda en términos de rendición o control¨.
Para aquellos observando desde fuera, el desacuerdo era sospechosamente conveniente. La repentina disposición de los leales como Gottlieb para criticar parecía diseñada para demostrar que el compromiso era real; el repentino elogio por la generalmente más beligerante Distel Atbaryan parecía dirigido por la base del partido para proporcionar cobertura política a Netanyahu.
La ministra de Diplomacia Pública, Galit Distel Atbaryan en la Knesset en Jerusalem, 6 de febrero del 2023.
Los únicos legisladores que se salieron del guion después de la reunión eran independientes como Bitan, que reprendió: ¨Esta es la última vez que haces algo así sin consultar con nosotros¨. Fue ignorado rotundamente.
El gobierno ha pasado más de dos meses impulsando la legislación para debilitar radicalmente al poder judicial que, algunos en la derecha ahora afirman, nunca tuvo la intención de ser aprobada en una forma tan extrema. Con medio país convencido de que está bajo asalto, filas crecientes de reservistas comenzando a negarse a servir y daño económico por la reforma ya ha llegado a millones, esa vieja fórmula -¨primero ganas, luego haces el control de daño¨ -ya no se ajusta a la situación. El daño se está volviendo demasiado grande.
El Shas haredim siempre fue antiliberal y estaba enamorado del liderazgo carismático. Los legisladores de Otzma Yehudit y Sionismo Religioso nunca han escondido sus predicciones liberales. Pero el Likud, una vez un partido ruidoso e ingobernable con múltiples centros de poder, primarias impredecibles e instituciones fuertes que albergaban debates serios sobre ideología y legislación, un partido tan orgulloso de su liberalismo como de su nacionalismo.
Ese Likud antiguo y bullicioso ahora ha implosionado en algo más, algo leal, incuestionable, inquietantemente dócil, libre de disidentes o debates, que incluso muchos partidarios de la reforma judicial están preocupados de que una coalición con una cultura política así, en su corazón podría buscar hacer lo mismo con el país.
Si quieren contener el daño, puede ser el momento para que el Likud, ahora celebrando su cumpleaños 50, recupere su voz perdida y su olvidada diversidad.
Traducción: Comunidad Judía de Guayaquil
Fuente: The Times of Israel