Cómo una clase de Talmud ayudó a salvar mi matrimonio

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Después de 36 años de matrimonio ferozmente dedicado, mi esposo y yo estamos rotos, ansiosos y decepcionados. Difícilmente nos hablamos el uno al otro, y cuando lo hacemos es principalmente para acusar y culpar. Es la desesperación, una búsqueda de consuelo o algo más difícil de alcanzar lo que nos lleva al más improbable de los lugares? Una tarde de otoño, respondiendo a una invitación de un rabino amigo, nos encontramos en una clase llamada “Historias del Talmud”.

Ni ET, como yo llamo a mi esposo, ni yo tenemos ninguna razón para creer que la literatura rabínica sea restauradora. Nuestras historias personales con el judaísmo son muy diferentes: ET, un niño escondido durante la guerra, vivió la mayor parte de su vida adulta como un judío secular parisino. Su actitud hacia el estudio del Talmud es en el mejor de los casos neutral, teñida de curiosidad. Yo soy una generación más joven, criada en la post guerra por un padre cuya Ortodoxia militante era un constante impedimento para todo lo que yo anhelaba en la vida.

A pesar de mis dudas, nos encontramos en el piso 46to de una firma legal en el centro, sentados en lados opuestos de una espaciosa mesa de conferencia, listos para que comenzara la clase.

La primera discusión pulsa un botón caliente. Cómo podemos reconocer el amor verdadero, preguntaron los sabios. Uno contesta que la cosa real no está condicionada a nada externo tal como la belleza, la riqueza o el status, porque si lo estuviera, el amor se arriesgaría con demasiada facilidad a su propia extinción. Otros responden que el verdadero amor depende por supuesto de las condiciones. La pregunta real es -qué condiciones. Si ellas surgen de valores sólidos -piedad, sabiduría, confianza -ellas sostendrán la relación.

Podría mi amor haber estado condicionado a los buenos tiempos? Es incómodo verme a mí misma bajo esa luz dura. Cuáles fueron las bases de nuestra unión? A través de tres décadas, no tuvimos escasez de pasión, viajes, baile, cultura, humor, vida social. Pero los valores perdurables como la comunicación abierta, el interés, la confianza y la honestidad profundos, la paternidad dedicada y proveer el uno al otro con un refugio seguro sólido como una roca también figuraron altamente.

Últimamente hemos visto una seria erosión en todos los sentidos. Trato de atrapar la mirada de mi esposo, pero él está mirando hacia otro lado.

En las siguientes semanas recuerdo cómo los rabinos ven el mundo como múltiples niveles. El mundo físico es real y presente, mientras que también participa de realidades más altas en las cuales se encuentra el significado final. En el Talmud, el fiel a menudo encuentra sequías que amenazan la vida. El desequilibrio en el mundo natural es sintomático de enfermedades en otros planos. Ellos deben tener en cuenta sus actos; su relación con D-s debe ser corregida.

Nosotros leemos sobre un rabino que lleva a sus discípulos a un techo para rezar por la lluvia. Si humilde esposa lleva sus propias súplicas silenciosas a otra esquina. La lluvia llega a su área del techo, no al de los hombres. Cuando los recursos se secan, como inevitablemente lo hacen, las mujeres son las que hacen llover -incluso, o especialmente en una sociedad patriarcal.

Cuando dejamos la clase, ET dice, sin disculpa ni agresión. “Tú sabes, yo fui capaz de proveer para ti por un largo tiempo. Ahora es tu turno”. Incómoda con esta inversión de roles de género asumidos, y aún más desconcertada por mi propia flexibilidad, encuentro una excusa para apresurarme. Pero no puedo ignorar el mensaje.

Una semana más tarde, todavía sentados separados, leemos una historia sobre un rabino mayor que declara a su esposa que a partir de ahora va a observar la abstinencia sexual. La mujer frustrada se viste como la prostituta del pueblo y coquetea en el jardín, donde su esposo se retira para estudiar. Superado por el deseo, le pide a ella que le dé una granada. Ella acepta, y hay una cierta ambigüedad superpuesta con insinuaciones sexuales en lo que sucede a continuación. Él regresa al hogar para encontrar a su cónyuge en sus monótonos deberes maritales habituales. Él lamenta haber pecado, debe ser castigado. Su esposa insiste que él no ha cometido tal pecado porque el objeto de su deseo «ilícito» no era otra que ella.

Una vez más, la mujer es la más ingeniosa de los dos. Le pregunto a ET si, en su opinión, el esposo debería haber sabido todo el tiempo que el objeto de su deseo era realmente su esposa. ET insiste que la líbido del hombre fue despertada solamente por la trasgresión imaginaria. Estamos teniendo nuestro primer intercambio atrevido y totalmente honesto en un largo tiempo.

En otra clase, leemos sobre un padre que me recuerda al mío. ET y yo estamos ahora sentados uno al lado del otro. Un enojado Rabino Abin le dice a su hija, “Tú eres una fuente de problema para la humanidad; regresa al polvo para que así los hombres no puedan pecar por tu causa”. ET sabe cómo sufrí por el rechazo de mi propio padre ortodoxo para nutrir la fuente de mi vida. ET suavemente presiona mi muslo con el suyo bajo la mesa.

La clase llega a un cierre con una historia final. Un cierto Rechumi pasa todo su tiempo fuera estudiando en una academia lejana, viniendo a casa a su esposa sólo para Yom Kippur. Un año, ella espera y espera, segura que su esposo vendrá, pero él no lo hace. Todavía en la escuela, Rechumi se pasea por el techo en profunda contemplación. En el momento que su esposa se da cuenta que él no vendrá, ella derrama una sola lágrima. En ese mismo momento, el techo colapsa bajo Rechumi y muere.

ET pregunta, “Sabes por qué una lágrima es tan poderosa?” Yo contesto, “Porque es su momento “Ajá”, el instante en que todo se vuelve claro”.

Él dice, quebrándose su voz: “Esta no es simplemente una única lágrima. Esta es su última lágrima. Después de esta lágrima, ella nunca volverá a derramar otra por este hombre”.

Nos sentamos acurrucados uno en los brazos del otro, respirando en armonía si no al unísono, recordando el viejo sentimiento de absoluta pertenencia.

“Esa es una lágrima que yo nunca derramaré”, digo.

Las clases acaban, pero la imaginación rabínica nos ha puesto en contacto con nuestros impulsos y excesos, nuestros patrones y posibilidades. Como los Sabios, nosotros no siempre estamos de acuerdo, pero estamos otra vez completamente comprometidos. Al parecer, el abrazo de vulnerabilidad compartida es la condición incondicional del amor que envejece, una que no es probable que expire.

Susan Reimer-Torn es la autora de “Maybe Not Such a Good Girl: Reflections on Rupture and Return”.

 

Fuente: Forward
Traducción por la Comunidad Judía de Guayaquil.



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