Marzo 7 del 2023

Uniformidad no, pero unidad sí

Opinión. Desde el Plan Uganda hasta la desconexión de Gaza, el sionismo atravesó fuertes discrepancias internas. La reforma judicial es uno de esos nuevos viejos desafíos.

«Seguiremos siendo una familia unida, nosotros e Israel con la ayuda de Dios, solo espero que haya unidad». Con estas palabras Esti Yaniv rindió homenaje a sus dos hijos que fueron asesinados la semana pasada por un ser sediento de sangre.

En todos los años de su existencia el pueblo judío enfrentó crisis y desafíos que amenazaron con romper sus delgadas cuerdas y socavar la singularidad que lo acompañó durante generaciones. Ya el 23 de agosto de 1903, en la apertura del Sexto Congreso Sionista en Basilea, Benjamin Zeev Herzl se paró frente a 611 delegados de todo el mundo y les presentó la propuesta de Chamberlin para establecer un asentamiento judío. ¿Dónde? en Uganda. El plan causó mucha controversia y condujo a una división en el movimiento sionista.

En 1923 se abrió otra grieta en el movimiento sionista. Tras lo que entendió que era una política conciliadora hacia el gobierno británico, Zeev Jabotinsky, un líder sionista carismático, presentó su carta de renuncia a la dirección sionista. Se retiró, causó conmoción y fundó la Alianza Sionista Revisionista.

En vísperas del establecimiento del estado, un enfrentamiento entre las milicias de Etzel y Lehi condujo a un severo sentimiento de guerra interna. Incluso cuando el barco de Altalena fue bombardeado existió el temor de una separación que llevaría a la desintegración de la sociedad y la unidad del pueblo. En 1995 un primer ministro israelí fue asesinado y surgió el sentimiento público de que estábamos en las puertas de una guerra civil. Lo mismo ocurrió con los Acuerdos de Oslo y con la evacuación de los asentamientos israelíes de la Franja de Gaza.

Durante décadas la sociedad israelí se enfrentó a desafíos, conflictos internos, guerras, ataques terroristas, desacuerdos sobre religión y Estado, educación, reclutamiento militar, asentamientos y economía. La unidad nos ayudó a superar dificultades y disputas. Fue siempre una unidad sin uniformidad, ya que la uniformidad completa no existe en una sociedad.

 Marcha contra la reforma judicial en Israel. (Moti Kimchi)

 En las últimas semanas parece que la sociedad israelí enfrenta una ola de nuevos y viejos desafíos. El armamento nuclear de Irán y las amenazas del norte se combinan para hacer frente a una realidad renovada de terrorismo, hostilidades, disparos indiscriminados e intentos de socavar la sensación de seguridad de los ciudadanos del país.

La unidad nos ayudó a superar dificultades y disputas. Fue siempre una unidad sin uniformidad, ya que la uniformidad completa no existe en una sociedad.

Al mismo tiempo, se normaliza en el discurso público expresiones duras e irresponsables de parte de funcionarios electos, mientras que protestas sociales a veces trastornan nuestras vidas. Habitar un país propio e independiente no es algo obvio para el pueblo judío, y por eso son repudiables los llamamientos a la desobediencia civil y la justicia por mano propia. Son acciones que atentan contra nuestra estabilidad y sirven a los intereses de aquellos que desean nuestro fracaso.

Pronto, como cada año, comenzarán nuestras jornadas patrias: Yom HaZikaron (Día del Recuerdo) e Yom Haatzmaut (Día de la Independencia). En esos días volverán a sonar las sirenas conmemorativas, inclinaremos nuestras cabezas ante las banderas a media asta, horas después izaremos la bandera hasta lo más alto, la pena será reemplazada por alegría y orgullo, y los fuegos artificiales abrirán paso a los bailes y espectáculos.

 Yitzhak Rabin, primer ministro asesinado en 1995. (Ynet)

 Todo se desarrollará en un ambiente de unidad y un sentimiento de destino compartido. Se rezará en las sinagogas y las bases militares se abrirán al público. Celebraremos juntos la derecha y la izquierda, los partidarios de la reforma judicial y sus opositores, los colonos y los miembros de un kibutz, religiosos y seculares.

Hoy, más que nunca, debemos acomodarnos a otras opiniones, incluso si no son aceptables para nosotros. Sin uniformidad, pero con unidad. Somos parte de un país, una cultura y una nación. Para seguir disfrutando de los frutos que enamoraron a nuestros antepasados, y por los que lucharon durante años, tenemos el derecho y el deber de argumentar y expresar nuestras opiniones. Con desacuerdos, sí. Pero sin dividirnos. Debemos mirar a las generaciones futuras y entregarles la característica única de una nación israelí que logró unir a sus partes.

*Yaakov Hagoel es el presidente de la Organización Sionista Mundial.

 

Fuente: Ynet Español



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