03 Ene Los judíos de Polonia bajo el Imperio ruso (1795–1918)
La política rusa hacia los judíos resultó ser más dura que la anteriormente desarrollada por el Estado polaco.
Una manifestación de la Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia (conocida en idish como Bund) de 1917. – Foto: Wikipedia – Dominio Público
Los antiguos territorios polacos siguieron albergando a numerosos judíos, ya que en 1772 la zarina Catalina instauró la Zona de Asentamiento, prohibiendo a los judíos que se asentasen fuera de ella. La Zona incluía gran parte de la antigua Polonia, aunque excluía zonas donde anteriormente había habitantes judíos. Unos cuatro millones de judíos vivían en esta área hacia finales de la década de 1880.
Al principio la política rusa hacia los judíos de Polonia fue vacilante, alternando duras leyes en su contra con políticas más tolerantes. En 1802 el Zar estableció el Comité para el avance de los judíos en lo que se considera un intento de desarrollar un plan coherente de aproximación a la nueva e importantísima población judía del Imperio ruso. El comité sugirió en 1804 una serie de medidas diseñadas para animar a los judíos a asimilarse, pero que no les forzaba a hacerlo. Se proponía que se permitiese que los judíos asistiesen a escuelas laicas e incluso que pudiesen poseer tierras, pero en cambio restringía su acceso a Rusia, no solo prohibiendo que se instalasen en esos territorios, sino incluso dificultando su entrada en ellos, aunque fuese de forma temporal. Se les prohibía también trabajar en la industria cervecera y en la elaboración de alcohol, una actividad económica de gran importancia en la época, y se les hacía objeto de otra larga serie de prohibiciones menores.
El problema de esta legislación fue que las autoridades locales, las encargadas de hacer cumplir las disposiciones más duras, se empeñaron con fuerza en cumplirla, mientras que las partes más liberales o aperturistas de la legislación nunca se aplicaron del todo y, por lo tanto, las condiciones de vida de los judíos en la Zona de Asentamiento empeoraron rápidamente. En la década de 1820 una serie de leyes promulgadas por el Zar acabaron con la tradicional exencíón de los judíos de servir en el ejército a cambio de dinero y obligaron a que las comunidades judías proporcionasen jóvenes para que sirviesen en el ejército zarista, donde en muchas ocasiones se les obligaba a convertirse. Pese a que los judíos fueron poco a poco adquiriendo nuevos derechos, sobre todo tras la reforma de emancipación de 1861, todavía se les recluía en la Zona de Asentamiento y se les sometía a restricciones en lo que respecta a derechos a propiedad y en el acceso a ciertos empleos. Todos estos avances y el statu quo de los judíos acabarían por desaparecer bruscamente tras el asesinato del Zar Alejandro II, del que se acusó falsamente a los judíos, lo cual desató unos niveles de violencia antisemita y de emigración sin precedentes.
Pogromos
El asesinato del zar originó una oleada a gran escala de revueltas antijudías, denominadas pogromos entre 1881 y 1884. Durante el estallido de 1881, los pogromos se limitaron fundamentalmente a Rusia, aunque también hubo uno en Varsovia en el que fueron asesinados doce judíos, muchos otros fueron linchados quedando malheridos, numerosas mujeres fueron violadas y la comunidad sufrió pérdidas económicas por valor de más de dos millones de rublos. El nuevo zar Alejandro III culpó a los judíos de los disturbios e impuso una serie de duras restricciones a la libre circulación de los mismos. Los pogromos continuaron dándose de forma habitual hasta 1884 con el apoyo tácito del gobierno que miraba para otro lado. Todo esto provocó un cambio fundamental en la historia de los judíos polacos y del resto del mundo. La mejor consecuencia de estos acontecimientos dramáticos fue que provocaron una grandísima oleada de inmigración judía hacia América, ante todo hacia Estados Unidos y en menor medida hacia Argentina, Canadá, Brasil y otros países de Sudamérica. Se calcula que hasta finales de la década de los años 1920 más de dos millones de judíos abandonaron la Zona de Asentamiento, lo que al cabo de dos décadas se demostraría que les salvó, a ellos y a sus descendientes, de morir en el Holocausto. También hubo una considerable oleada migratoria judía hacia los países en ese momento más tolerantes de la Europa Occidental, como Francia, el Reino Unido, Holanda, Bélgica e incluso Alemania, que provocaron un aumento del antisemitismo en la zona. Además los pogromos hicieron que entre todos los judíos del este de Europa aumentase el convencimiento de pertenencia a un grupo maltratado, lo que generó un considerable aumento de la fuerza del Sionismo y una gran oleada de inmigración hacia Palestina.
Otra oleada de pogromos aún más sangrienta tuvo lugar entre 1903 y 1906, y se cree que algunos de ellos fueron organizados, o al menos apoyados, por la policía secreta zarista rusa, la Ojrana. Algunos de los peores de estos pogromos sucedieron en el territorio polaco, donde vivía la mayoría de los judíos sometidos al Imperio ruso, incluyendo el Pogromo de Białystok de 1906 en el que más de un centenar de judíos fueron asesinados y muchos más resultaron heridos.
Haskalá y Halajá
La Ilustración judía, llamada “Haskalá”, empezó a extenderse por Polonia a principios del siglo xix defendiendo ideas y valores seculares. Los defensores del movimiento (los Maskilim) abogaban por la integración de los judíos en la cultura predominante. Al mismo tiempo hubo otro grupo de judíos, seguidores de la Halajá, la ley rabínica, que hacían énfasis en los valores tradicionales y en el estudio del Talmud y de la Torá, dando una respuesta judía a los problemas éticos derivados del antisemitismo y las persecuciones, un ejemplo de esta corriente fue Movimiento del Musar (movimiento del judaísmo ortodoxo del siglo XIX. Se originó en Lituania como reacción a una temida desintegración de la cultura judía mediante la asimilación cultural, la Haskalá, los pogromos antisemitas, y la propagación del judaísmo jasídico. Su fundador fue el Rabino Yisroel Salanter). La judería polaca se vio bastante menos influida por los valores que proponía la Haskalá que otras comunidades del oeste de Europa, que luchaban por integrarse (sobre todo tras la Revolución francesa) y por el contrario reaccionaron a la agresión laicista con una fuerte revalorización de la cultura judía y de su vida religiosa basándose en la Halajá (las leyes rabínicas), siendo incansables fieles ante todo del Judaísmo ortodoxo e incluso del Judaísmo Jasídico y más tarde, a mediados del siglo xix, adaptándose al sionismo religioso.
Los movimientos políticos judíos en Polonia
En la segunda mitad del siglo xix, la Haskalá y los debates que había provocado indujeron la aparición de un gran número de movimientos políticos judíos dentro de la misma comunidad y que abarcaban un gran número de opiniones. Estos movimientos acabaron generando partidos políticos que se presentaban a las elecciones locales y regionales. El sionismo se hizo muy popular tras la fundación del partido socialista sionista Poalei Zion y de un partido sionista religioso (Mizrahi). Los judíos también formaron sindicatos socialistas como la Unión General de Trabajadores Judíos (conocida como Bund) que defendía la asimilación (en el sentido de integración en la sociedad polaca, no de conversión al catolicismo) y los derechos laborales de los trabajadores judíos. El Folkspartei (partido del pueblo), que se definía como liberal y laico, defendía asimismo una cierta autonomía de los judíos y la preservación de sus raíces culturales, de su lengua y de su religión y se resistía a la asimilación. En 1912 fue fundado en la ciudad polaca de Katowice el movimiento World Agudat Israel, posteriormente se fundó en Palestina un partido político religioso llamado Agudat Israel. Los partidos sionistas obtuvieron en las elecciones de 1919 el cincuenta por ciento del voto judío.
Como era de esperar dadas las condiciones de Polonia, sometida al Imperio ruso, los judíos participaron además en un buen número de insurrecciones contra los rusos, incluyendo la Insurrección de Kościuszko, Levantamiento de Noviembre y la Insurrección de enero de 1863. Igualmente participaron en la Revolución rusa de 1905.
En 1897, el catorce por ciento de los ciudadanos polacos eran judíos. Los judíos tenían representación en el gobierno, asientos en el Sejm (cámara baja del parlamento polaco), concejales e incluso alcaldes en algunos municipios. Además, existían comités de judíos religiosos (rabinos en algunos casos) a los que la autoridad católica tenía en cuenta. Los judíos pertenecieron a una gran variedad de partidos políticos y asociaciones, abarcando ideologías que iban desde el socialismo al sionismo pasando incluso por el antisionismo. El Bund, un partido socialista judío, se había extendido por toda Polonia a principios del siglo xx, y muchos trabajadores judíos, a los que podríamos considerar como auténticos proletarios industriales de las ciudades de Varsovia y Łódź, militaban en él.
En 1914 los sionistas alemanes fundaron el comité alemán para la libertad de los judíos rusos, cuyo máximo objetivo era el de establecer un estado tapón en un área de la Zona de Asentamiento compuesto por las provincias polacas que habían sido anexionadas a Rusia y que sería “de facto” un protectorado del Imperio Alemán, lo cual haría imposible la resurrección de Polonia como país independiente.
Periodo de entreguerras 1918–1939
El papel de los judíos polacos por la independencia de Polonia
Los judíos también jugaron un papel muy importante en la lucha por la independencia de Polonia en 1918 y muchos se unieron a Józef Piłsudski (un nacionalista polaco que luchó por la independencia de la nación), mientras que otras muchas minorías permanecieron neutrales en la lucha por la creación de un Estado independiente (la minoría alemana, la minoría ucraniana, la bielorrusa, etcétera). Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial y los sucesivos conflictos que la siguieron por todo el este de Europa (tales como la guerra civil rusa, la guerra polaco-ucraniana y la guerra polaco-soviética) se produjeron muchos pogromos contra los judíos por todas partes. Estos ataques solían ser consecuencia de que los judíos eran percibidos como defensores de los bolcheviques rusos, con lo que eran comunes los ataques a los judíos por parte de aquellos que se oponían al régimen bolchevique. Se cree que estos pogromos causaron por todo el Imperio ruso más de 250.000 víctimas judías que dejaron unos 300.000 huérfanos, una buena parte de ellos en Polonia.
Alumnos de una escuela hasídica en Łódź, hacia 1910. – Foto: Wikipedia – Dominio Público
Justo después del fin de la Primera Guerra Mundial empezaron a llegar a Occidente noticias sobre pogromos masivos contra judíos que estaban teniendo lugar en Polonia y que escandalizaron a la comunidad internacional. La presión internacional hacia el gobierno polaco llegó a tal punto que el presidente de Estados Unidos en aquel momento, Woodrow Wilson, envió a Polonia una comisión especial para que investigara los acontecimientos. La comisión, liderada por Henry Morgenthau, llegó a la conclusión de que las noticias sobre los pogromos se habían exagerado y que en algunos casos habían sido incluso inventadas. En su informe identificó, situó y fechó ocho pogromos importantes que habían sucedido entre los años 1918 y 1919 en Polonia en los que habían sido asesinados entre 200 y 300 judíos. Cuatro de estos pogromos fueron atribuidos a la acción de desertores del ejército o a soldados indisciplinados. Según el informe ninguno de los pogromos fue consecuencia de ninguna política oficial del gobierno. Entre estos incidentes destaca la Masacre de Pinsk, ocurrida en Pinsk, en la que un oficial del ejército polaco acusó a un grupo de civiles judíos de conspirar contra los polacos y acabó fusilando a treinta y cinco de ellos. También destacan los hechos ocurridos en Leópolis en 1918. Justo después de que el ejército polaco tomara la ciudad, cientos de personas fueron asesinadas entre el caos incluyendo más de setenta judíos. En Varsovia algunos soldados del ejército se dedicaron a linchar, asesinar o violar a judíos por las calles, pero fueron castigados por ello. Muchos de los sucesos en Polonia, de los que se habían hecho eco periódicos como el New York Times, habían sido exagerados. En cambio, en otros muchos lugares, sobre todo en Ucrania, estaban sucediendo horribles pogromos de los que la prensa no se hizo eco alguno.
El principal resultado de todos estos acontecimientos fue que en 1919, después de la Conferencia de Paz de París en el Tratado de Versalles se añadieron una serie de cláusulas específicas para garantizar legalmente los derechos de las minorías en Polonia. En 1921 la Constitución Polaca de marzo otorgó, por primera vez en la historia polaca, los mismos derechos a los judíos polacos que los que gozaban los católicos acabando con toda discriminación legal y garantizando la tolerancia religiosa.
Cultura judeo-polaca
En la nuevamente independiente Segunda República Polaca habitaba una gran minoría judía. Cuando la Segunda Guerra Mundial comenzó, vivía en Polonia la mayor población judía de Europa. De acuerdo con el censo nacional de 1931 había 3.130.581 personas en Polonia que declaraban el judaísmo como su religión. Estimando el incremento de la población y los movimientos migratorios desde y hacia Polonia entre 1931 y 1939, había aproximadamente 3.474.000 judíos en Polonia en septiembre de 1939 (aproximadamente un 10% de la población total). Los judíos vivían principalmente en grandes y pequeñas ciudades: El 77% vivía en ciudades y el 23% en pueblos.
El año escolar de 1937 había en Polonia 226 colegios elementales, 12 institutos y 14 centros de formación profesional en los que el idish o el hebreo eran las lenguas vehiculares.
Casi todos los partidos políticos judíos, tanto los socialistas (la Unión General de Trabajadores Judíos) como los sionistas de izquierda y de derecha y los partidos judíos religiosos conservadores, estaban representados en el “Sejm” (el parlamento polaco) además de en asambleas regionales.
En 1939 vivían 375.000 judíos aproximadamente en Varsovia, constituyendo un tercio de la población total de la capital. En todo el mundo solo en la ciudad de Nueva York vivían más judíos que en Varsovia. En Varsovia había organizaciones juveniles políticas judías (sionistas, bundistas, etc.) y movimientos juveniles de judíos religiosos perfectamente organizados. Florecían el teatro y los periódicos judíos. Además de pequeños negocios algunos judíos poseían inmobiliarias y empresas de importación y exportación de manufacturas. Las prácticas religiosas abarcaban desde el Judaísmo jasídico hasta el judaísmo “progresista” moderno.
La mayoría de los judíos de Varsovia hablaban idish aunque el polaco se estaba extendiendo entre los jóvenes que no tenían problema en declararse totalmente judíos, varsovianos y polacos a la vez. Los judíos polacos estaban integrándose con fuerza dentro del conjunto de la sociedad polaca, si bien algunos se sentían aún miembros de una nación separada de la polaca. Se estima que el ochenta por ciento de los judíos polacos eran aún en esa época fácilmente reconocibles (debido a la vestimenta, al habla, al aspecto físico…), mientras que el veinte por ciento se podrían considerar asimilados. Más de la mitad de los niños judíos asistían a colegios especiales judíos, religiosos o no, lo que complicaba el aprendizaje de la lengua polaca. Debido a todo esto y según una encuesta del año 1931, la gran mayoría de los judíos de Polonia declaraban el idish como su lengua materna, el 79 por ciento, y solo el 12 por ciento declaraban el polaco. El resto, sobre todo sionistas, elegían el hebreo.
La escena cultural judía era particularmente vibrante. Había muchas publicaciones judías y aproximadamente 116 periódicos. Algunos de los autores en lengua idish, entre los cuales destaca Isaac Bashevis Singer, fueron reconocidos internacionalmente y aclamados como autores judíos clásicos (Singer incluso ganó el Premio Nobel de literatura del año 1978).
Otros autores judíos de este periodo como Bruno Schulz, Julian Tuwim, Jan Brzechwa y Bolesław Lesmian fueron menos reconocidos internacionalmente, pero no por ello dejaron de realizar importantes contribuciones a la literatura polaca. El teatro idish también floreció. Polonia tenía quince teatros en idish y muchos grupos teatrales. Varsovia era el hogar de la compañía teatral en idish más importante de la época: La Compañía de teatro Vilna, que representó su primera obra “El Dybbuk” en 1920 en el teatro Elyseo.
Algunos judíos polacos supervivientes del Holocausto cursaron sus estudios en la Universidad de Varsovia y llegarían a ser importantes políticos israelíes, como Menájem Begin o Itzjak Shamir.
El crecimiento del antisemitismo
La persecución de los judíos en Polonia fue más evidente en los primeros y últimos años de la segunda república. Los judíos no eran vistos por una gran parte de la población católica como auténticos polacos. Este era un problema causado por el nacionalismo polaco (representado por el gobierno de Endecja, movimiento político de la derecha polaca) y por el hecho de que una gran mayoría de los judíos polacos vivían separados de la mayoría católica: Por ejemplo, el 85% de los judíos declaraban el idish o el hebreo como su primera lengua. Esta situación mejoró durante un tiempo con el gobierno de Józef Piłsudski, entre 1926 y 1935. Józef Piłsudski reemplazó las ideas de asimilación étnica o “polonización” de “Endecja” por una política de “asimilación estatal”. De esta manera, a los ciudadanos se les juzgaba por su lealtad al Estado y no por sus creencias religiosas.
Estos años (desde 1926 hasta 1935) fueron percibidos muy favorablemente por los judíos polacos, cuya situación mejoraba sustancialmente con el gobierno de Piłsudski. De todas formas, la situación de los judíos nunca fue del todo satisfactoria debido a la combinación de varios factores como la Gran Depresión, y se deterioró muchísimo con la muerte de Piłsudski, vista por la comunidad judía como una gran tragedia.
Más allá del acoso académico que muchos estudiantes judíos sufrían por parte de alumnos y profesores antisemitas en algunas universidades, se fue limitando de forma encubierta, desde la independencia hasta finales de los años 30, el número de estudiantes judíos que podían ingresar en la universidad. Este proceso alcanzó su punto más alto en 1937 cuando se establecieron cuotas semilegales o ilegales (“Numerus clausus”) en las universidades. Ese mismo año los sindicatos polacos de médicos y abogados empezaron a condicionar a sus afiliados el hecho de pertenecer a la religión católica, y mientras tanto muchos puestos en el funcionariado se restringían también a los católicos. Todo esto iba acompañado de violencia física, ya que entre 1935 y 1937 hubo setenta y nueve judíos asesinados y más de quinientos heridos en incidentes antisemitas. Toda esta violencia también iba dirigida contra comercios judíos, que eran atacados y saqueados a la vez que boicoteados, lo que trajo como consecuencia enormes pérdidas económicas y la ruina de muchas familias.
Fuente: Wikipedia
Fuente: Aurora Digital