15 Sep Entre un mohel y un Sieg Heil: ¿Qué pensaba realmente Isabel de sus súbditos judíos?
POR: Anshel Pfeffer
La reina Isabel encendiendo una vela para recordar a las víctimas del Holocausto en Westminster Central Hall en Londres, enero del 2005.
No tenía amigos judíos, pero para empezar tenía muy pocos amigos cercanos. Al final, los judíos británicos amaban a la reina por la misma razón que los británicos no judíos lo hacían: Ella brindaba una sensación de estabilidad.
LONDRES.- La muerte de la reina Isabel II puede recordarse como una especie de último hurra también para los medios de comunicación impresos de Gran Bretaña, los cuales celebraron el viernes sus 96 años de vida y 70 años en el trono con ediciones especiales preparadas meticulosamente con años de anticipación. El papel periódico teñido de sepia y de colores gloriosos llenó docenas de páginas.
Algunos pueden decir que después de décadas acosando a algunos miembros de su familia, esto era lo menos que podía hacer la calle Fleet. Otros podrían quizás acusar a los medios de tener las dos cosas.
Para los medios de comunicación judíos de Gran Bretaña, sin embargo, la muerte de la reina creó una especie de dolor de cabeza. No sólo fue el momento incómodo de su fallecimiento en la tarde del jueves, horas después de que se imprimieran los semanarios judíos tanto con sede en Londres como los regionales. Eso al menos podía ser remediado en línea.
Había otro problema: la ausencia de material relevante. Hay algo así como una ausencia de anécdotas acogedoras de las visitas reales a funciones de la comunidad judía y recuerdos personales de figuras judías destacadas.
En medio de la escasez de judíos que realmente conocían a la reina, los sitios webs de los dos principales semanarios judíos, The Jewish Chronicle y The Jewish News, publicaron el mismo artículo de un chico de relaciones públicas que durante tres años fue secretario de prensa asistente de la reina hace más de una década. La mayoría de los artículos sobre Isabel y los judíos que aparecían en línea se remontan a una reunión particularmente memorable que tuvo con sobrevivientes del Holocausto en el 2005. No parece haber mucho más con lo que trabajar.
Un muro de la Ciudad Vieja de Jerusalem iluminado con la Union Jack el jueves a continuación de la muerte de la reina Isabel.
Esto no sugiere una falta de compromiso entre la familia real y los judíos de Gran Bretaña. Varios antepasados ilustres de Isabel tuvieron amistades famosas con prominentes judíos de su época, mientras que su sucesor, el ahora rey Carlos III, es un invitado tan frecuente en eventos judíos, tanto oficialmente como invitado por sus muchos conocidos judíos, que tiene su propia kippah personal bordada con el sello del príncipe de Gales. Eso necesitará ser actualizado ahora.
Sólo los partidarios de las teorías de conspiración dirían que la reina tenía algo en contra de los judíos. La mejor evidencia que pueden encontrar es el vídeo granulado de 1933 en el que se ve a Isabel a los 7 años haciendo saludos nazis a su madre y a su tío admirador de Hitler, quien reinó brevemente como Eduardo VIII.
También está su padre, el rey Jorge VI, que le pidió a la Oficina de Relaciones Exteriores que les dijera a los líderes nazis de Alemania que evitaran que los judíos emigraran a la Palestina británica. Pero todo eso fue antes de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual la familia real, incluida la futura reina, se distinguieron como testaferros en la guerra en contra del fascismo.
El rey Carlos III saludando a miembros del público afuera del palacio de Buckingham el viernes, un día después de la muerte de su madre.
Por supuesto, es fácil encontrar suficientes instancias de los encuentros posguerra entre la reina y los judíos británicos para refutar tales calumnias. Es sólo que estas historias son tan bien conocidas y se han repetido en todos los perfiles de los medios de comunicación judíos sobre la reina. La más antigua es la identidad del médico judío que circuncidó a Carlos y sus hermanos. (Irónicamente, la circuncisión de los príncipes es una tradición de Hanover).
Muchos hombres judíos de 60 y 70 años ahora sin duda se jactan que ellos y su rey fueron circuncidados por las mismas manos. Sin duda, un mohel triunfa sobre un Sieg heil.
La falta de compromiso personal entre la reina y los judíos se puede atribuir en gran medida a literalmente las decenas de miles de eventos públicos que ella y el resto de la familia real han tenido que asistir a lo largo de las décadas. Como era de esperar, las comunidades minoritarias tienden a tener una realeza menor. No es personal y no es como si otros grupos minoritarios pudieran ver más a la reina.
Y aunque no tenía amigos judíos, para empezar, tenía muy pocos amigos cercanos, y casi todos ellos provenían del estrecho grupo aristocrático amante de los caballos donde podía soltarse el pelo. Los judíos británicos han logrado un increíble nivel de asimilación en la sociedad británica, pero eso simplemente no era su escena.
Imágenes de la difunta reina Isabel en paradas de autobús en Edinburgo el viernes.
La atención que los judíos recibieron de su reina fue obviamente suficiente, como puede atestiguar cualquiera que haya experimentado ¨el brindis leal¨ en una cena anual de una organización judía importante. Con unas muy pocas excepciones republicanas, principalmente en los márgenes marxistas envejecidos, los judíos británicos son una multitud sólidamente monárquica.
O como lo puso una vez el columnista del Times of London y político conservador Daniel Finkelstein (ennoblecido como Barón Finkelstein de Pinner), ¨La opinión de mi abuela después de establecerse aquí como una refugiada: ´Mientras la reina esté segura en el palacio de Buckingham, estamos seguros en Hendon Central´¨.
Los judíos británicos amaban a la reina por la misma razón que los británicos no judíos lo hacían. Ella brindó una sensación de continuidad y estabilidad durante tantos años, y ninguna comunidad ha sido más templada por las amargas lecciones de la historia para apreciar la estabilidad y previsibilidad.
Por eso también, a pesar de ser una comunidad firmemente sionista, los judíos de Gran Bretaña estuvieron tan listos para perdonarla por visitar la mayoría de los países de la Tierra durante su largo reinado, pero no a Israel. Convenientemente, esos arabistas antisemitas de la Oficina de Relaciones Exteriores siempre tenían la culpa de no dejarla ir a Sión.
Traducción: Comunidad Judía de Guayaquil
Fuente: Haaretz