14 Jul INFLUENCIA Y PODER (PINJAS 5777)
Jonathan Sacks
Sabiendo que él está a punto de morir, Moshe se vuelve hacia D-s y le pide que designe un sucesor:
Moshe le dijo al Señor, “Quiera el Señor, D-s de los espíritus de toda la humanidad, designar un hombre sobre esta comunidad que salga y venga delante de ellos, uno que los llevará y los traerá, para que así el pueblo del Señor no sea como ovejas sin pastor”. (Números 27-15:17).
Es un gesto visionario y desinteresado. Como comenta Rashi: “Esto es para expresar la alabanza a los justos -que cuando ellos están a punto de dejar este mundo, ponen a un lado sus necesidades personales y se preocupan por las necesidades de la comunidad”. Los grandes líderes piensan sobre el futuro a largo plazo. Están preocupado con la sucesión y la continuidad. Así fue con Moshe.
D-s le dice a Moshe que designe a Yehoshua, “un hombre en quien está el espíritu”. Él le da instrucciones precisas sobre cómo arreglar la sucesión:
“Toma a Yehoshua hijo de Nun, un hombre en quien está el espíritu, y pon tu mano sobre él. Haz que se pare delante de Elazar el sacerdote y toda la asamblea y ponlo a cargo en su presencia. Dale algo de tu autoridad para que así toda la comunidad israelita lo obedezca…A su orden él y toda la comunidad de los israelitas saldrán, y a su orden ellos vendrán”. (Números 27:18-21).
Hay tres acciones involucradas aquí: [1] Moshe iba a poner su mano sobre Yehoshua, [2] hacerlo parar delante de Elazar el sacerdote y toda la asamblea, y [3] darle “algo de tu autoridad [mehodecha]”. Cuál es el significado de este triple proceso? Qué nos dice sobre la naturaleza del liderazgo en el judaísmo?
Hay también un fascinante midrash sobre el primero y el tercero de estos gestos:
“Y pon tu mano sobre él esto es como encender una vela con otra. Dale algo de tu autoridad -esto es como vaciar un recipiente en otro”. (Bamidbar Rabbah 21:15).
Bajo estas enigmáticas palabras está una verdad fundamental sobre el liderazgo.
En L´esprit Des Lois (1748), Montesquieu, uno de los grandes filósofos políticos de la Ilustración, establece su teoría de la “separación de los poderes” en tres ramas: la legislativa, la ejecutiva y la judicial. Detrás de ella yace una preocupación por el futuro de la libertad si el poder estuviera concentrado en una sola fuente:
La libertad no florece porque los hombres tienen derechos naturales, o porque ellos se rebelan si sus líderes los empujan demasiado lejos. Florece porque el poder está tan distribuido y tan organizado que cualquiera que sea tentado a abusar de él encuentra restricciones legales en su camino.
La fuente de Montesquieu no fue la Biblia -pero hay, en un versículo en Isaías, una idea sorprendentemente similar:
Porque el Señor es nuestro juez; el Señor es nuestro otorgador de la ley; el Señor es nuestro rey; Él nos salvará. (Isaías 33:22).
Esta división tripartita puede también ser encontrada en Devarim/Deuteronomio 17-18 en el pasaje tratando con los diversos papeles de liderazgo en el antiguo Israel: el rey, el sacerdote y el profeta. Los sabios hablaron más tarde sobre las “tres coronas” -las coronas de la Torah, el sacerdocio y la realeza. Stuart Cohen, quien ha escrito un elegante libro sobre el tema, Las Tres Coronas, señala que “lo que emerge de los textos [bíblicos] no es la democracia a través del sistema político, sino una noción distinta de repartición del poder a sus más altos niveles. Ni las Escrituras ni los primeros escritos rabínicos expresan ninguna simpatía por un sistema de gobierno en el cual un solo cuerpo o grupo posea un monopolio de autoridad política”.
El proceso triple a través del cual Yehoshua iba a ser inducido al cargo tenía que ver con los tres tipos de liderazgo. Específicamente la segunda etapa –“Haz que se pare delante de Elazar el sacerdote y toda la asamblea y ponlo a cargo en su presencia” -tenía que ver con el hecho de que Moshe no era un sacerdote. Su sucesor tenía que ser formalmente reconocido por el representante del sacerdocio, Elazar el Sumo Sacerdote.
El poder y la influencia se piensa a menudo que son la misma clase de cosa: aquellos que tienen poder tienen influencia y viceversa. Pero, de hecho, ellos son muy diferentes. Si yo tengo poder total y luego decido compartirlo con otros nueve, ahora tengo solamente una décima parte del poder que tenía antes. Si tengo una cierta medida de influencia y luego la comparto con otros nueves, no tengo menos. Tengo más. En lugar de una persona irradiando su influencia, ahora hay 10. El poder trabaja por división, la influencia por multiplicación.
Moshe ocupó dos papeles. Él era el equivalente funcional de un rey. Él tomaba las decisiones claves relacionadas con el pueblo: Cómo ellos deberían estar organizados, la ruta que ellos iban a tomar en su viaje, cuándo y con quién deberían entrar en guerra. Pero él también era el más grande de los profetas. Él hablaba la palabra de D-s.
Un rey tenía poder. Él gobernaba. Tomaba decisiones militares, económicas y políticas. Aquellos que lo desobedecen enfrentan una posible pena de muerte. Un profeta no tenía ningún poder. Él no comandaba batallones. No tenía manera de hacer valer sus puntos de vista. Pero tenía una inmensa influencia. Hoy nosotros apenas recordamos los nombres de la mayoría de los reyes de Israel y Judea. Pero las palabras de los profetas continúan inspirando por la fuerza absoluta de su visión e ideales. Como Kierkegaard dijo una vez: Cuando un rey muere, su poder termina; cuando un profeta muere, su influencia comienza.
Moshe iba a conferir ambos papeles a Yehoshua como su sucesor. “Pon tu mano sobre él” significa, dale tu papel como un profeta, el intermediario a través de quien la palabra de D-s es comunicada al pueblo. Hasta este día nosotros utilizamos la misma palabra, semicha (imposición de las manos), para describir el proceso por el cual un rabino ordena a sus discípulos. “Dale algo de tu autoridad [mehodecha]” se refiere al segundo papel. Significa, confiérele el poder que tú poseías como un rey.
Ahora nosotros comprendemos el midrash. La influencia es como encender una vela con otra. Compartir tu influencia con alguien más no significa que tienes menos; tienes más. Cuando nosotros utilizamos la llama de una vela para encender otra vela, la primera no es disminuida. Ahora hay, simplemente, más luz.
Pero, transferir el poder, es como vaciar un recipiente en otro. Entre más poder entregas, menos tienes. El poder de Moshe terminó con su muerte. Pero, su influencia, permanece hasta este día.
El judaísmo tiene una actitud ambivalente hacia el poder. Es necesario. Sin él, en las palabras de Rabbi Hanina, Sumo Sacerdote subordinado, “las personas se comerían unas a otras vivas” (Avot 3:2). Pero el judaísmo hace mucho reconoció que (para citar a Lord Acton), el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. La influencia -la relación del profeta con el pueblo, el maestro con el discípulo -es completamente diferente. Es una partida sin vencedores ni vencidos. A través de ella, tanto el maestro como el discípulo crecen. Ambos son mejorados.
Moshe le dio a Yehoshua su poder y su influencia. El primero era esencial para las tareas políticas y militares por delante. Pero fue la segunda la que hizo a Yehoshua una de las grandes figuras de nuestra tradición. La influencia es simplemente más perdurable que el poder.
Shabbat Shalom.
Fuente: The Times of Israel
Traducción: Comunidad Judía de Guayaquil